Mi sobrina, de cuatro años, dejó sus zapatos de pulsera, desgastados, en el comedor. Al levantarme, los he visto, despojados, desposeídos, desnudos de su sentido; que es cubrir los pies; proteger su desnudez; humanizar los pasos. He soñado con meterme en ellos, para caminar a mis cuarenta y seis años con cuatro años, y olvidar el miedo, que siempre me ha acompañado.
Ana Tapias
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